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En 1720 la peste volvía inopinadamente a declararse en Marsella. Daniel Defoe había sido uno de esos niños que en 1665 sobrevivieron a la epidemia. Su preocupación por la actualidad y lo que podría ocurrir en caso de que sobreviniera otro "azote" le llevó en 1722 a escribir el "Diario del año de la peste", bajo la forma de las memorias de un superviviente de la catástrofe.