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Aunque no hubiera llegado a convertirse en un científico terriblemente famoso, en Ayerbe nunca podrían olvidarse de Santiago Ramón y Cajal. Ni tampoco de las batallas campales a pedradas con sus amigos, del cañón que construyó durante unas vacaciones o de las mil y una travesuras que hacían temblar a los mayores... Tanto que para darse un respiro no tuvieron más remedio que encerrarlo en la cárcel del pueblo durante unos días.